martes, 14 de agosto de 2007

De los Hospitales Públicos.

Si hace dos o tres semanas me hubiera propuesto escribir sobre el tema, por cualquier razón, mi perspectiva hubiera sido desde todo punto de vista errada, ya que hubiera opinado sobre estas intituciones desde la comodidad de quien no ha pisado una casa de salud del Estado.

Resulta pues que un accidente de tránsito provocó que mi hermano no solo casi pierda la vida sino que además ea trasladado al Hospital Eugenio Espejo de la capital, una casa de salud pública de la que muchas veces se ha dicho que or falta de atención del Estado y por ineficiencia de muchos sectores de su personal el servicio que brinda no sirve.

Intentaré dejar a un lado posiciones y opiniones sobre el servicio para trasladar la historia de la forma má objetiva que pueda.

El accidente sucedió en la Avenida Oriental, cerca de este hospital, el conductor del vehículo en el que iba mi hermano, no hizo caso a los múltiples pedidos de que disminuya la velocidad, y por una mala maniobra se volcó y fue a parar contra un poste, dejando tres heridos, todos menos el chofer, quien dando muestras de gran responsabildad y solidaridad huyó del lugar y aún no asoma, y eso que era supuestamente amigo de mi hermano.

Así pues quien iba tras el piloto, junto a mi hermano atrás, se islocó el hombro, mi hermano se fracturó el fémur y la chica que iba de copiloto se rompió siete costillas y tiene un derrame interno en un pulmón, su condición es al fin es estable.

Mi familia intento trasladar de hospital a mi hermano, pero los médcos dijeron que no era aconsejable en su condición, y que confiaramos que en un hospital público se pueden hacer bien las cosas.

La última cama disponible en emergencias la ocupó mi hermano, las chicas que tenían seguro de otra clínica fueron trasladadas para allá; los médicos, sin instrumentos necesarios, realizaron la reduccion de la fractura utilizando en vez de pesas galones de agua amrrados con una venda de gasa. Se le tomaron radiografías, dos, cada una a dos dólares, se le operó al otro día cuando se consiguió el juego de clavos de fémur, mismo que ningún hospital tiene planta, por lo que uno privado no hubiera dado mejores resultado, tras salir del quirófano estuvo hospitalizado dos días, ascendiendo la cuenta hospitalaria a 56 dólares con algunos centavos, practicamente nada para una situacion como esta. Los costos de medicinas y clavos fueron aparte, como hubieran sido en otros centros de salud.

La atención fue excelente, las habitaciones magníficas, la gente que logra ser atendida, sin duda alguna siente un agradecimiento eterno, más cuando en muchos casos no tiene recursos. Se escuchan historias, dentro del hospital, de gente que le debe la vida al tan vejado sistema de salud pública, personas que pasan hasta diez meses dentro de este hospital, recibiendo curaciones diarias y cuyos gastos no van más allá de 80 dólares.

Medicos que atienden en hospitales muy costosos también lo hacen aquí, y todo el personal de salud, hace lo humanamente posible para remediar las carencias con profesionalismo e ingenio.

Punto malo, la burocracia interna del hospital, el personal adminitrativo indolente, lento, ineficiente y con las mismas fallas de cualquier otra institución pública.

Claro, todavía se escuchan historias de quien se murió porque no hay camas, pero un servicio así, tan olvidado por el Estado, y que aún así sirve más allá de sus limitaciones, algún momento dirá que no hay cama para tanta gente, y también se dirá que en provincias que no sean Guayas y Pichincha el sistema de salud es pésimo, pero aún así, es una salida más que buena para más del 60% de población que vive en la pobreza.